Cuentistas (VII): Fernando Clemot, en Revista de Letras



Fernando Clemot (Barcelona, 1970) comenzó a darse a conocer para el lector a raíz de su libro de relatos Estancos del Chiado, primero gracias a una labor de trinchera a cargo de la pequeña editorial Paralelo Sur y poco después, con un salto cuantitativo, por la concesión del Premio Setenil, en cuyo palmarés figuran nombres como Alberto Méndez, Cristina Fernández Cubas, Sergi Pàmies y Óscar Esquivias. Clemot había obtenido por sus relatos galardones como el premio Kutxa Ciudad de San Sebastián y había quedado finalista del Hucha de Oro o La Felguera, entre otros muchos. En 2009 publicó en el sello Barataria su novela El golfo de los Poetas, finalista a su vez de los premios Ateneo de Sevilla y Logroño de Novela.

Colaborador asiduo en varias revistas literarias, el también filólogo, editor y profesor Fernando Clemot es una rara avis en el cuento español, pues recoge e interpreta la mejor tradición del relato europeo y permanece ligado a una estirpe de narradores más mediterránea que anglosajona. En su literatura, Clemot investiga en los procesos de la memoria y nos recuerda que debemos atesorar cada momento presente, pues está condenado a ser único. Desde Barcelona responde, honesto y sin artificios, a las preguntas que poco a poco van dibujando en este ciclo una suerte de mapa del cuento español contemporáneo.

[leer la entrevista y el PDF del cuento "El verano del cortapichas" en Revista de Letras]

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Nota: entre los escritores que participarán a continuación en este ciclo de entrevistas y para quienes ya puede enviarse "la pregunta del lector" se encuentran Cristina Fernández Cubas, Roberto Valencia y José María Merino.

Artículo "Bajo la tormenta" en BCN Week, con Juan Soto Ivars

BAJO LA TORMENTA
LA LITERATURA, PARAGUAS CONTRA LA INTOLERANCIA

La escritura es una forma de no bendecir la realidad, de cuestionarla. Con la literatura el ser humano hace lluvia y hace vida cuando dice lluvia y dice vida, pero a lo largo de los siglos demasiados escritores han tenido que empuñar un paraguas ingrato y difícil, cada vez que la intransigencia les ha obligado al silencio. La censura y la intolerancia son tan antiguas como nuestra civilización, pero tal vez desde el siglo XX hayan dejado de manera más sangrante su oscura huella. La lista de escritores que, bajo un régimen autoritario de cualquier signo y por sus obras e ideas, han sido censurados, encarcelados, desterrados o asesinados parece, por desgracia, interminable. Las dos grandes ideologías antagonistas que llevaron al mundo al borde del colapso a mediados del pasado siglo arrollaron con todo su aparato represor a una constelación irrepetible de escritores, especialmente en lengua rusa y alemana. Pero la infamia es universal: también en otras latitudes y bajo la misma clase de totalitarismos perecieron autores como el japonés Takiji Kobayashi o, en épocas posteriores, artistas como Gao Xingjian tuvieron que dejar la China comunista, por no hablar de los escritores bajo el yugo islamista radical. En nuestro país, poetas como Lorca o Miguel Hernández cayeron bajo el águila franquista, que expulsó de su nido a toda una generación de escritores. Los exiliados contribuyeron a la expresión literaria en otros lugares, sobre todo en América Latina, donde más tarde también iban a sufrir, un golpe militar tras otro, los propios autores hispanoamericanos: entre tantos, Neruda apenas fue capaz de sobrevivir a Allende y Rodolfo Walsh de evitar las balas ultraderechistas. Cabrera Infante, apartado de Cuba por el régimen de Castro, escribió en un artículo que “la nostalgia, como el exilio, mata”. Lo decía en 2002, en la revista Letras Libres, a propósito de Joseph Roth, de Stefan Zweig y de decenas de escritores prodigiosos que tuvieron que dejar su país (aquella patria desmantelada que fue el Imperio austrohúngaro) para acarrear consigo una carga insoportable de vacío. Mientras huía de los nazis, el gran Walter Benjamin no se dio tiempo a sí mismo para esa melancólica agonía y murió en Portbou en 1940, al otro lado de la misma frontera que cruzó Antonio Machado, también huyendo del horror para morir en Collioure. Nunca como en aquellos años la literatura fue un paraguas tan frágil para resistir las tempestades de la ignorancia y el odio.

Ilustración: © Sergi Bellver 2011

Sin embargo, salvo casos como el español y hasta su rebrote de los 70 en el Cono Sur, la pesadilla fascista (que también en Italia causó estragos, como sabrían Cesare Pavese y tantos otros) tuvo en Europa fecha de caducidad, mientras que el rodillo soviético prevaleció, alimentado por la Guerra Fría (del otro bando, conviene no olvidar la “caza de brujas” en los EE.UU.). Durante décadas, autores tras el telón de acero vivieron un acoso constante. Sándor Márai o Bohumil Hrabal son sólo dos ejemplos. Con todo, sería en la URSS donde la tragedia silenciosa cobraría dimensiones casi bíblicas. Pocos casos tan sobrecogedores como el de Anna Ajmátova. Y pocos testimonios tan lúcidos y desgarradores de la barbarie ideológica como Archipiélago Gulag, de Aleksander Solzhenitsyn. Viktor Shklovski, Boris Pasternak, Vasili Aksiónov, la nómina es extensa y abarca varias décadas, aunque fue en las primeras cuando la Revolución castigó con mayor virulencia el talento y la disidencia. La tormenta que destruyó los tejados de los artistas bajo la nube de Stalin se resume en la página 66 de La mentalidad soviética, el libro en el que Isaiah Berlin da cuenta de sus reflexiones y encuentros con escritores rusos durante los años cuarenta: “Unos se amoldan a nichos seguros porque creen en los preceptos soviéticos. Otros se aplican en calcular cuánto pueden ceder a las demandas de propaganda del Estado prestando sumo cuidado en no ofender y dándose por satisfechos con poder vivir y trabajar sin recompensa ni reconocimiento”. En la estela de los segundos conmueve especialmente la historia de Mijaíl Bulgákov. Cometió un pecado: “No escribo sobre campesinos porque no me gusta el campo, y no escribo sobre obreros porque no conozco su mundo”. Peligrosamente burgués, Bulgákov escribió Corazón de perro, una queja, en clave de ciencia-ficción grotesca, contra la obligación de compartir casa con obreros que, por la falta de viviendas, acució Moscú con el éxodo campesino. Mordaz y confiado, durante los años veinte Bulgákov cavó su propia sepultura con obras teatrales y relatos cada vez más cáusticos con el idealismo soviético. Hasta que el propio Stalin le prohibió seguir publicando o representando sus obras y también salir del país. Podía escribir, podía vivir, pero estaba enterrado.

Con Bulgákov jugó Stalin un tira y afloja especialmente espantoso, puesto que su obra teatral La guardia blanca tenía el dudoso honor de ser una de las favoritas del dictador. “Va usted a hablar con el Camarada Stalin”, dijo una voz telefónica en mitad de la noche. Bulgákov había pedido personalmente a Stalin que le permitiera abandonar la URSS. La carta decía algo así como “puesto que tengo la desgracia de no servir a la causa, de escribir libros y dramas que hacen flaco favor a nuestro gran proyecto, le suplico que me deje abandonar el país. No quiero jugar, jamás, en nuestra contra”. Escribiría más tarde en su diario que la voz de Stalin sonó benevolente. Le preguntó si estaba seguro de que quería salir del país. Acobardado, desconfiado, Bulgákov le respondió que no. Se arrepentiría en el acto de su flaqueza, y pasaría el resto de sus días como empleado de tercera en pequeños teatros moscovitas. Su obra, siempre tras el telón. El maestro y Margarita, una novela en la que el demonio aparece en Moscú y pone patas arriba la Revolución, es la más conocida. En ella, una frase resulta paradigmática de los escritores destruidos por la censura: “los manuscritos no arden”. Para demostrarlo, nuevos relatos de este maestro han aparecido en nuestro país: los de Notas en los puños (acompañados del drama Iván Vasílievich) en la editorial Alfabia; la colección Salmo y otros cuentos inéditos, reunidos por Nevsky Prospects; y Corazón de perro y La Isla Púrpura, en un volumen de Galaxia Gutenberg que incluye partes de su diario y de su carta a Stalin. La Historia “absuelve” a los verdaderos artistas y no, como auguraba para sí mismo Adolf Hitler en su infame Mein Kampf, a los criminales.

El paso de los años termina por convertirse en el verdadero paraguas para la obra de los escritores que murieron ahogados por el diluvio de las dictaduras. Pero hoy, en este tiempo de tibieza y autocensura, bajo este régimen global solapado en el que la literatura parece amordazada por lo políticamente correcto (los biempensantes se han convertido en los nuevos jueces supremos, que pontifican si leer a Céline o a Hamsun es o no de mauvais ton), cabe preguntarse dónde quedan aquellos escritores audaces, dónde su compromiso con la verdadera libertad de pensamiento. Solzhenitsyn, una vez fuera de la URSS, criticaría también los desmanes del capitalismo. Y es que hoy, ante esta producción editorial en serie con aroma de hamburguesa y pollo frito, ante este recetario sin ideas y de menú infantil, bajo la nueva esvástica del código de barras, toca cuestionarse más que nunca contra qué tormenta deben abrir los escritores su paraguas, dónde hacen ahora lluvia al decir lluvia, cuándo vuelven de veras a hacer vida al decir literatura.

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Sergi Bellver (Barcelona, 1971) ha editado el libro Chéjov comentado (Nevsky Prospects), participa en la antología La banda de los corazones sucios (Baladí) y colabora en el suplemento Cultura|s de La Vanguardia y la revista Tiempo.
sergibellver.blogspot.com

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) escribe en la revista Tiempo y en el magazine Ling, de la aerolínea Vueling. Publica una narración por entregas en la revista Yorokobu. Su primera novela llegará en otoño a las librerías. facebook.com/juansotoivars

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Publicado en el número 95 de la revista BCN Week, marzo de 2011 (enlace web / +enlace ISSUU directo a p. 6 y 7).

Editoriales andaluzas de poesía en BCN Week

AL SUR DE LA POESÍA

Cualquier lector interesado en la poesía española recordará con rapidez los nombres de diez o doce poetas contemporáneos y comprobará cómo abundan en la lista los nacidos en Andalucía. Sin embargo, no siempre fue fácil publicar allí poesía y muchos de sus autores solían encontrar apoyo editorial en Madrid o Barcelona, aunque de un tiempo a esta parte las cosas han cambiado y varias editoriales defienden desde Andalucía la poesía, publicando también a poetas de otros rincones del país. Algunas de esas editoriales atesoran ya una larga trayectoria, como la sevillana Renacimiento. Otros sellos más recientes y de modesta distribución saben tomarle el pulso a la poesía actual, aunque naveguen en aguas difíciles. Por fortuna, todavía resisten muchas pequeñas iniciativas y aún aparecen nuevas, como Eppur (Málaga), entre otras. En Sevilla la actividad es intensa, gracias a editoriales como la singular Point de Lunettes, la irreverente El Cangrejo Pistolero o Ultramarina, la aventura digital y cartonera del mexicano Iván Vergara. Otras ciudades ofrecen tres ejemplos significativos que, a través de sus publicaciones, resumen y evidencian el potencial de la poesía que, contra viento y marea, sigue abriéndose paso desde el Sur. Tomen nota nuestros libreros, para que pronto Barcelona se traiga de Andalucía algo más que la Feria de Abril.

La editorial malagueña Alfama (Coín), que cuenta en su catálogo con los cuentos del inadvertido Cristof Polo o con el teatro de Jean Bowles, publicó en 2010 Naumaquia, una selección poética del argentino Alfredo Taján, en una bella edición. Pero es en Vendajes 1989, de Carlos Pranger, donde Alfama da noticias de nuestro tiempo: “En un cuarto esquivo, asfixiada/por un cielo púrpura, Rachael,/Replicante, entrañas de cristal,/ansía la dominación estética.” (de “Blade Runner”, p.146).


La Bella Varsovia (Córdoba) es, más que una editorial, una dichosa conspiración cultural que promueve sobre todo a jóvenes poetas, y que celebró su sexto aniversario con la antología Sais. Acaban de publicar el poemario Odio, de David Refoyo, dueño del equilibrio necesario para que, entre la rabia y la forma, la poesía nos hable en voz alta de lo real: “ya sabes/seguridad y miedo/no lo olvides nunca/porque pronto lo usaremos para defenderte/nosotros lo hacemos por tu bien:/aseguramos tu calidad de vida” (de “Seguros”, p.41).

Capítulo aparte merece El Gaviero, la editorial almeriense que, junto a libros híbridos y brillantes como Inopia, de Juan Manuel Gil, o Idioteca, de Raúl Quinto, edita de manera exquisita su colección de poesía Guairo o apuesta, en la colección Cuarto Menor, por poemarios como Luzbel de Penumbra, de Teresa Domingo, o Alguien anda en la escalera de incendios, del vasco Harkaitz Cano, otra radiografía humana del ahora: “Bolsillos y maletas rebosantes de lluvia./Sentados de espaldas al panel horario,/viajeros inconscientes fuman su retraso/y llenan los ceniceros de superviviencia.” (de “Pista de aterrizaje”, p.69).

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Publicado en la columna «These books are made for walking» de la revista BCN Week, número 95, marzo de 2011 (enlace web / +enlace ISSUU directo a p. 21).

La nueva taxidermia, de Mercedes Cebrián
(Mondadori), en BCN Week

VIDAS DISECADAS

No es La nueva taxidermia una novela, como no fueron sólo cuentos El malestar al alcance de todos, el primer título con el que Mercedes Cebrián comenzó su particular tratado por entregas de nuestra idiocia contemporánea, la de unos nadadores convulsivos que a cualquier etiqueta se agarran pero que no hacen pie en ninguna parte. En dos nouvelles reunidas, su autora plantea un discurso inteligente y descreído sobre la memoria y sobre la madurez que deja en pañales cualquier soflama gafapasta y cualquier mamotreto costumbrista. En los libros de Cebrián las cosas, más que dichas “literariamente”, quedan planteadas de manera sutil y, al mismo tiempo, pesan con toda la gravidez que la escritura es capaz de otorgar a las palabras. La primera de estas novelas cortas, Qué inmortal he sido, pone en evidencia un mal común: la prudencia demencial ante lo imprevisible de las cosas, es decir, la incapacidad de algunos para vivir el presente. La segunda, la más potente y lograda del díptico, Voz de dar malas noticias, justifica la concepción de La nueva taxidermia como conjunto, en una brillante reflexión sobre el miedo a asumir las riendas de nuestra propia vida (qué otra cosa es sino madurar), y confirma a Mercedes Cebrián como una de las miradas más lúcidas y originales de nuestra narrativa actual.

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Publicado en la columna «These books are made for walking» de la revista BCN Week, número 95, marzo de 2011 (enlace web / +enlace ISSUU directo a p. 21).

Knockemstiff, de Donald Ray Pollock
(Libros del Silencio), en BCN Week

KNOCK OUT

Qué distinto este primer libro de un, hasta ahora, desconocido obrero norteamericano de otros supuestos descubrimientos editoriales recientes entre escritores surgidos del anonimato fabril. Qué proverbial capacidad de observación la de Donald Ray Pollock, un escritor hecho, maestro revelado. Qué modo de fabular con la realidad y, sobre todo, qué habilidad para mostrarla a través de un ya inolvidable catálogo de perdedores. Knockemstiff es, además de su pueblo natal en Ohio, una estupenda novela coral sobre la sucia y blanca decrepitud americana representada en dieciocho relatos que deslumbran desde cada inicio con un fogonazo inconfundible. La ágil narración de esta tragicomedia, en la que el humor puede llegar a ser tan cruel como divertida la desgracia ajena, hace que con Pollock se sienta el lector un poco más cabrón y muy aliviado, porque vuelve a disfrutar de la esencia voyeur de la literatura. Knockemstiff es, sin rodeos, un clásico instantáneo, un puñetazo que hubieran firmado Faulkner, Toole o Sherwood Anderson si hubieran tenido tiempo de ver los EE.UU. como los ha dejado el siglo XXI. Con una excelente traducción a cargo de Javier Calvo y tras el vibrante prólogo de Kiko Amat, Libros del Silencio ha tenido el acierto de presentar en España a un autor que, desde Knockemstiff, no va a dejar indiferente a nadie.

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Publicado en la columna «These books are made for walking» de la revista BCN Week, número 95, marzo de 2011 (enlace web / +enlace ISSUU directo a p. 21).

Un lector en Seattle

El lunes, día 14 de marzo, se publicó en el blog By the Firelight la entrada "Excellent Overview of the Spanish Short Story of the Last 20 Years at Sergi Bellver", que comentaba mi reciente artículo sobre el cuento contemporáneo español en la revista Tiempo (n.º 1.495, viernes, 25.2.2011). El responsable de dicho blog es un escritor que reside en Seattle (Estados Unidos) y que sigue con atención, a través de sus reseñas y entradas, la literatura de su país, la del mundo árabe y, de manera especial, la publicada en español. Desde aquí mi agradecimiento por su mención y mis mejores deseos para que continúe con esa labor desde la esquina noroeste del gigante americano. Good job, comrade.

"Sergi Bellver has an excellent article on trends in the Spanish short story of the last 20 years. It is well worth the look if you want to see what is going on and more importantly, know who is doing it. He has an excellent list of authors past and present including some of my perennial favorites, Cristina Fernández Cubas, Ana María Matute, Hipólito G. Navarro, and others I have read or am going to read such as Andrés Neuman (one of the recent Granta writers) and Miguel Ángel Muñoz. I’m don’t exactly agree with some of his statements about the American short story scene which is on the defensive with fewer and fewer magazines printing short stories. It is also fascinating to see which Americans make the list of influential short story writers: Carver, Ford, Cheever, Capote & Shepard."


Sólo me queda matizar, tras su cabal discrepancia sobre mi valoración del "modelo norteamericano" en cuanto a la presencia del cuento en los medios y revistas especializadas, que en realidad sólo mencioné Harper's y The New Yorker, pero de haber tenido espacio suficiente podría haber seguido, entre otras muchas, con las creadas por Eggers (McSweeney's y The Believer) o Coppola (Zoetrope), por no hablar de algunas revistas tan peculiares como Glimmer Train o de corte universitario, como la de Iowa o The Cincinnatti Review, con una factura que ya quisieran para sí algunas de las llamadas especializadas. Me temo que tras la comparación, en España uno sólo es capaz de ver un escenario en el que, más que a la defensiva, y con algunas excepciones, el cuento a veces parece estar desaparecido en combate.

Cuentistas (VI): Inés Mendoza, en Revista de Letras



Inés Mendoza (Caracas, 1970) llegó de Venezuela a Madrid hace diez años y desde entonces no ha dejado de perseguir sus deseos, de ser fiel a su personal visión de lo vital y de lo artístico. Ha colaborado con diferentes textos en medios españoles, venezolanos y también en Chicago y Copenhague, además de en publicaciones especializadas de arquitectura. Cuentista galardonada con diversos premios, Inés Mendoza fue la apuesta novel de la editorial Páginas de Espuma para el año 2010. Sin embargo, nada en su literatura ni en su discurso hacen pensar en otra cosa que en un largo camino de lecturas, de búsqueda y de trabajo que, tras antologías como Voces Nuevas (1995), Tifoidea y otros cuentos (2005) o Parábola de los Talentos (Gens, 2007), ha desembocado en su primer libro de relatos, El otro fuego. Presentados por un brillante prólogo a cargo de Eloy Tizón, en los cuentos de Inés Mendoza arde ese fuego otro de la palabra como potencia transformadora. Un fuego que ilumina este libro como uno de los mejores estrenos que el cuento en español ha visto en los últimos años.

[leer la entrevista y el PDF del cuento "El otro fuego" en Revista de Letras]


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Nota: entre los escritores que participarán a continuación en este ciclo de entrevistas y para quien ya puede enviarse "la pregunta del lector" se encuentra José María Merino.

Cuento en la revista Los Noveles

Ya está en línea el número 45 de la revista de literatura Los Noveles, dirigida por Salvador Luis. Después de diez años, esta publicación digital se ha convertido en toda una referencia de la nueva narrativa hispanoamericana. Por ella ha pasado parte de una generación de escritores, muchos de ellos ahora autores reconocidos y que están publicando sus libros a ambas orillas del Atlántico: Patricio Pron, Andrea Jeftanovic, Juan Terranova, Esther García Llovet, Eduardo Halfon, Lina Meruane, Javier Payeras, Marian Womack o Matías Candeira, entre otros, conforman una extensa lista. En esta ocasión, para el número de marzo y abril, Salvador Luis ha contado en la sección "La autorpista" con uno de mis cuentos, lo que me alegra de manera muy especial, al dejarme participar en una aventura literaria tan sólida y trabajada como la de Los Noveles.

Junto a los textos de Luciano Lamberti (Argentina), Enzia Verduchi (México), Griselda García (Argentina), Liliana Colanzi (Bolivia), Carlos Ramírez Vuelvas (México), Jorge Luis Chamorro (Perú), Ben Clark (España), Miriam Mabel Martínez (México) y Alexis Iparraguirre (Perú), podéis leer allí una primera versión de mi relato "En la boca del otro", texto inédito hasta la fecha.

Cuentistas (V): Óscar Esquivias, en Revista de Letras



Óscar Esquivias (Burgos, 1972) encarna como pocos la figura del escritor dedicado e inagotable: sin haber cumplido aún los 39 ya reúne en su trayectoria varios libros en los que ha trabajado la poesía y el ensayo, la narrativa juvenil y, sobre todo, la novela y el cuento. La concesión en 2008 del Premio Setenil a su libro de relatos La marca de Creta añadió su nombre a la nómina de cuentistas que cualquier lector informado repasa de memoria cuando piensa en el cuento español contemporáneo, algo que se han encargado de refrendar dos recientes antologías de referencia. Premiado, leído y admirado también por sus novelas, Óscar Esquivias regresó a finales del pasado 2010 con un nuevo libro de cuentos, Pampanitos verdes, publicado en su casa de siempre, la gallega Ediciones del Viento. Desde Burgos atiende a esta entrevista en tiempo récord, haciendo gala de otro rasgo de ciertos escritores dedicados e inagotables: una generosidad a prueba de bomba.

[leer la entrevista y el PDF del cuento "Temblad, filisteos" en Revista de Letras]


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Nota: entre los escritores que participarán a continuación en este ciclo de entrevistas y para quien ya puede enviarse "la pregunta del lector" se encuentra José María Merino.

El cuento español contemporáneo en la revista Tiempo

Hoy todo son cuentos



El cuento español contemporáneo se acerca a su madurez. Se publican más libros de relatos que nunca y los escritores españoles trabajan cada vez más y mejor el cuento, un género literario que pide ser descubierto y disfrutado por un lector atento y sin prejuicios.


Sergi Bellver

El cuento español vive un momento de bonanza editorial en lo que llevamos de siglo. Nuestros escritores están revitalizando el cuento, un fenómeno literario que recoge la tradición a partir de grandes maestros como Chéjov o Poe y que pasa por referentes más recientes como Carver o Cortázar. Los autores que mejor trabajan hoy el relato breve en nuestro país son deudores de esas dos grandes corrientes que podríamos ver, a grandes rasgos, como una cuerda naturalista por un lado y, por otro, como una grieta que cuestiona lo real.

Tras cultivadores del relato breve como Ignacio Aldecoa, Francisco Ayala o Max Aub, nuestra historia reciente del cuento dicta nombres que aún hoy nos ofrecen algunos de sus mejores títulos. Juan Eduardo Zúñiga, el autor que (junto a Alberto Méndez en Los girasoles ciegos) abordó mejor el manido tema de la guerra civil en Largo noviembre de Madrid (1980), ha publicado Brillan monedas oxidadas. Ana María Matute, autora de libros de relatos como Los niños tontos (1956), recibió en 2010 el Premio Cervantes. Cristina Fernández Cubas, que deslumbró a la crítica con Mi hermana Elba (1981), ganó el Premio Setenil en 2006 con Parientes pobres del Diablo. José María Merino, uno de los mayores especialistas del género, prepara para este 2011 un libro de relatos en el que experimenta con nuevas formas. Medardo Fraile, maestro de tantos cuentistas, vio en Escritura y verdad (2004) la edición de sus cuentos completos y acaba de publicar Antes del futuro imperfecto. En resumen, quienes han tratado el cuento con criterio y ambición literaria permanecen fieles a esta forma, que requiere un trabajo minucioso y atento, pero que también depara sorpresas y alguna que otra revelación.


Breve, pero no simple

Escribir cuentos es, entre otras cosas, una renuncia al exceso y al camino fácil. Un buen cuento demanda también la implicación del lector en su tarea. Al lector de cuentos no le basta con seguir un argumento en su trayecto diario en metro, como sucede con la narrativa más simple, sino que tras cada relato queda suspendido todavía en el efecto de lo que estaba sumergido bajo la superficie del cuento. Tal vez por ello el relato breve no lo tuvo fácil con los editores, quienes no terminaban de apostar por él, debido a la escasa cultura lectora que, mal que nos pese, sigue padeciendo España. El propio Medardo Fraile, para quien “leer cuentos no es leer novelas” reconoce que necesitamos “una reforma duradera, disciplinada y seria en la enseñanza, a todos los niveles”. Para que el cuento alcance en España su excelencia convienen varias estrategias que se dan desde hace tiempo, por ejemplo, en el mundo anglosajón. El cuento comenzó a resurgir aquí gracias a una guerra de trinchera, llevada a cabo por varias editoriales independientes y una red de revistas digitales y blogs como, entre otros, El Síndrome Chéjov, del escritor almeriense Miguel Ángel Muñoz. Sin embargo, se echa en falta todavía una crítica especializada en el cuento que disponga de un espacio continuo en los medios. También alguna revista seria que, más allá del triste cuento de compromiso en suplementos, trate el relato breve con mayor rigor y, al modo de Harper's o The New Yorker, publique con asiduidad a nuestros mejores cuentistas.

Pero ahora que las cosas parecen cambiar, la militancia del cuento ha de liberarse también de prejuicios y aceptar que de vez en cuando un novelista o un poeta pueden recorrer el camino contrario a la inercia habitual (la que contempla erróneamente el cuento como campo de pruebas del novelista, salvo excepciones como las de Millás, Marías, Vila-Matas o Menéndez Salmón, que sí atinan con el relato breve), tomarse en serio el cuento y acertar. Dos ejemplos: el poeta Carlos Marzal y su nuevo libro de relatos en Tusquets, Los pobres desgraciados hijos de perra (2010), o el escritor Julio Llamazares, que acaba de publicar en Alfaguara Tanta pasión para nada, una recopilación de sus últimos cuentos.

León es cuna de la tradición oral del filandón y territorio de narradores como el mencionado Merino, el gran Antonio Pereira o Pablo Andrés Escapa. Desde esa sana periferia, el autor de novelas como La lluvia amarilla (1988), que ya abordó el relato con En mitad de ninguna parte (1995), señala que en este tiempo en el que “los escaparates de las librerías están llenos de libros de autoayuda y de novelas de entretenimiento, quizá parezca un error de bulto perseverar en el nihilismo, por más que sea una seña de identidad poética personal”. Tal vez el cuento nada a contracorriente y provoca en sus mejores autores un rechazo al adocenamiento.


Matías Candeira / Foto: © José Matías Candeira
El cuento del siglo XXI

Tras la llamada Generación del Medio Siglo, el cuento conoció horas más bajas y sólo algunas obras esporádicas mantenían su aliento. Más tarde, los nuevos cuentistas españoles revivieron con piezas clave que, sin embargo, no bebían directamente de las generaciones anteriores. Eso produjo una suerte de espacio en blanco y, salvo importantes excepciones, las referencias vendrían de los grandes cuentistas norteamericanos (Carver, Ford, Cheever, Capote y Shepard), gracias a catálogos como el de Anagrama, y también de la tradición europea, empezando por Kafka. Así, Quim Monzó, heredero de Pere Calders, o el incomparable Eloy Tizón iban a convertirse en el paso de los 80 a los 90 en dos de las cabezas de puente de la regeneración del cuento en nuestro país. A renglón seguido vendrían libros extraordinarios como Historias mínimas (1988), de Javier Tomeo; Días extraños (1994), de Ray Loriga; El que apaga la luz (1994), de Juan Bonilla; El fin de los buenos tiempos (1994), de Ignacio Martínez de Pisón; El aburrimiento, Lester (1996), de Hipólito G. Navarro y Frío de vivir (1997), de Carlos Castán, entre otros muchos.

A partir de ese caldo de cultivo previo y gracias a expertos como Andrés Neuman o Fernando Valls y sus antologías Pequeñas resistencias 5 y Siglo XXI (publicadas respectivamente por las dos editoriales más especializadas en el cuento, Páginas de Espuma y Menoscuarto), y también a la labor de otros sellos independientes como Salto de Página, Tropo, Lengua de Trapo o Ediciones del Viento, el lector español tiene a su alcance una extensa nómina de cuentistas. Autores que trabajan las cuerdas fundamentales del cuento (Óscar Esquivias, Fernando Clemot, Iban Zaldua o Javier Sáez de Ibarra) o investigan en las grietas que pueden socavar el sentido de lo real (Juan Carlos Márquez, Víctor García Antón, Fernando Cañero o Jordi Puntí). Cuentistas que tocan lo fantástico y lo insólito (Ángel Olgoso, Pilar Pedraza, Félix J. Palma o Manuel Moyano) o que inscriben en el cuento su condición femenina sin hacer “literatura de mujeres” (Cristina Cerrada, Inés Mendoza, Sara Mesa o Eider Rodríguez). Autores latinoamericanos que también construyen el cuento español (Fernando Iwasaki, Norberto Luis Romero, Santiago Roncagliolo, Eduardo Halfon o Ronaldo Menéndez) y autores españoles que desconstruyen lo formal (Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Juan Franciso Ferré o Manuel Vilas). Esta tremenda diversidad y efervescencia literaria garantizan, más que nunca, que el lector dispuesto se contagie, como de la fiebre más bella, de la buena salud del cuento español contemporáneo.


Diez libros de cuentos del siglo XXI


Nacidos a partir de 1960, sus autores han ayudado, junto a otros muchos, a que la narrativa breve española contemporánea haya alcanzado la mayoría de edad. Cualquier lector que desee conocer de veras los caminos del cuento actual no debería pasar por alto, cuando menos, estos diez títulos, que muestran éticas y estéticas muy diversas del relato.


El último libro de Sergi Pàmies
Sergi Pàmies (1960)
Anagrama, 2000

Junto a El porqué de las cosas (1994), de Quim Monzó (1952), este libro abrió camino no sólo a la mejor narrativa breve catalana sino a toda una escuela, renovadora, de cuentistas españoles.


Los tigres albinos
Hipólito G. Navarro (1961)
Pre-Textos, 2000

La editorial Seix Barral incluyó este título en Los últimos percances (2005), buena muestra de la obra de un cuentista singular, que ha permanecido fiel a la brevedad y a su afán descubridor.


El último minuto
Andrés Neuman (1977)
Espasa Calpe, 2001

Reeditado en 2007 por el sello Páginas de Espuma, el mejor conjunto de relatos hasta la fecha de este poeta, novelista, antólogo y teórico que conoce como pocos la forma y el fondo del cuento.


El malestar al alcance de todos
Mercedes Cebrián (1971)
Caballo de Troya, 2004

Con esta propuesta atrevida e inclasificable la autora madrileña comenzó una singladura que, paso a paso, le ha confirmado como una de las miradas más lúcidas de la narrativa española actual.


La vida ausente
Ángel Zapata (1961)
Páginas de Espuma, 2006

El mejor ejemplo de cómo una deriva literaria puede asimilar y reinventar la herencia de la vanguardia para crear un libro que es ya objeto de culto entre los militantes del cuento.



Parpadeos
Eloy Tizón (1964)
Anagrama, 2006

Tras su deslumbrante irrupción en el relato, el autor del mítico Velocidad de los jardines (1992) supo mantener bien alto el listón de una narrativa única, escrita en continuo estado de gracia.


Como una historia de terror
Jon Bilbao (1972)
Salto de Página, 2008

Uno de los títulos más celebrados de los últimos años. Su autor, gran creador de atmósferas y siempre cuidadoso con el andamiaje de sus historias, supo conectar con toda clase de lectores.


Sicilia, invierno
Ignacio Ferrando (1972)
J de J editores, 2008

Su profunda y palpable formación como lector y una técnica depurada revelan a Ferrando como autor de uno de los libros de cuentos más trabajados y mejor armados del panorama reciente.


El prisionero de la avenida Lexington
Gonzalo Calcedo (1961)
Menoscuarto, 2010

Verdadero corredor de fondo del cuento español y ganador de casi todas las medallas del circuito, Calcedo rebasa con este último libro de relatos la meta más importante de su trayectoria.


Antes de las jirafas
Matías Candeira (1984)
Páginas de Espuma, 2011

Dueño de una voz tan audaz como original, con su segundo libro de relatos este joven autor se presenta como firme candidato a explorar nuevas vías en el cuento que está por venir.

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Publicado en la sección de Cultura del n.º 1.495 de la revista Tiempo el viernes, 25 de febrero de 2011.

La huida a caballo hacia lo profundo de la ciudad,
de Bernard-Marie Koltès (Alfabia),
en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia

Cuatro jinetes a la fuga

La muerte es a veces el mejor agente literario de un autor, en especial si se lo lleva pronto y pone a trabajar su ausencia a favor del mito. Pero la temprana desaparición de Bernard-Marie Koltès no vino tanto a proyectar su imagen como a interrumpir una carrera que, de haber crecido con los años, podría de veras equipararse hoy en día a la de dramaturgos como Samuel Beckett. Ambos fallecieron en París y en 1989, pero mientras el sombrío y genial irlandés tuvo tiempo de construir una extensa obra, Koltès sucumbió con apenas 41 años a la enfermedad que en aquellos tiempos devastaba con virulencia las vidas de tantos artistas. Sin embargo, muchas de sus piezas teatrales siguen teniendo una vigencia innegable, desde la simbólica diatriba contra la soberbia de nuestra civilización occidental que es Combate de negros y perros (1979) a la póstuma y terriblemente contemporánea Roberto Zucco (1988), que bien parece sacada de cualquier serie norteamericana reciente con serial killer.

La editorial Alfabia publica por primera vez en castellano La huida a caballo hacia lo profundo de la ciudad, la única novela de Koltès, escrita (1976) después de un viaje a la URSS y en un momento vital convulso, entre una tentativa de suicidio y un proceso de desintoxicación de las drogas. Ocho años más tarde, Les Éditions du Minuit, el sello que editó todo su teatro, publicó esta deriva inquietante y al tiempo luminosa en la que las hermanas Barba y Félice, junto a dos muchachos, Cassius y el árabe Chabanne, se sumergen bajo la piel enferma de la ciudad, un Estrasburgo dibujado por una suerte de Eurípides alucinado. En la crónica de ese descenso desde la soledad existencial de quien vive en el margen al abismo coral del exceso y la violencia, montados los personajes sobre los caballos desbocados y hermosamente crueles de la juventud y de la heroína, todo lo que en manos de Kerouac o Borroughs hubiera sido postura estética, se convierte a través de la mirada de Koltès en pálpito y entraña. Su escritura compulsiva, a veces imperfecta en detalles formales pero siempre encendida (Bernard-Marie no ha cumplido los 29 años cuando la escribe), no puede ni pretende evitar que asome el potencial dramático de un texto que bebe del cine, del monólogo, de la poesía y, sobre todo, de la travesía vital del propio Koltès.

Con todo, La huida a caballo... no es exactamente una novela sobre la juventud y la droga, ni mucho menos una oda a la sordidez y la desesperación de cuatro enfants terribles, sino un texto esencialmente veloz, insolente y alterado, en el que la vida no se cuenta sino que se hace o sucede, en especial gracias a la relación tan íntima y desprejuiciada que Koltès establece con el lenguaje. Deudor de Shakespeare o Proust, pero también buscador inquieto y parcialmente heredero de los relatos de Salinger o del absurdo beckettiano, Koltès se propuso siempre huir de toda certeza y buscar la revelación del plan de fuga de un mundo que a menudo sintió como presidio y cerco a la libertad del hombre. Contagió una rara conciencia a sus personajes, una noción híbrida entre la futilidad de la existencia y lo inaplazable que resulta exprimirla con intensidad. En cierto modo, como ocurre en parte con el teatro y los cuentos de Chéjov, en la obra de Koltès el narrador no toma partido y la vida se abre paso a través de una aparente y nimia tristeza, bruma que pronto se disipa en los textos del viajero de Metz ante la rabia con la que parecen desear huir hacia adelante, si fuera preciso, sus personajes. También los cuatro protagonistas de esta novela, indolentes pero impacientes, participan de la fascinación hambrienta y febril de su autor por lo no convencional, y no hay tópicos en el texto que desbaraten su verdad, sino una vibrante profusión de escenas que van de un nihilismo salvaje a una mágica locura, de lo onírico a lo real, con toda la dureza con la que lo real existe e insiste, con toda la luz con la que la insumisión y el afán de libertad prevalecen en el corazón humano.

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Crítica publicada en el n.º 454
del suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia
el miércoles, 2 de marzo de 2011.