Talleres de narrativa Pequod 2013


Permanece abierta la convocatoria para los dos nuevos Talleres de narrativa en Pequod, un recorrido de ocho semanas por las nociones básicas de la creación literaria y el arte de contar historias. Como novedades principales, en 2013 el taller también contará con una versión para jóvenes de 12 a 16 años y las fechas de inicio de todos los talleres serán abiertas y flexibles, marcadas por la formación de cada grupo. Es decir, que cuando te informes o te inscribas, debes indicar el día que más te convenga de la semana (martes o miércoles por la tarde o sábados por la mañana) y en cuanto alcancemos el mínimo de seis participantes, fijamos la fecha de inicio del taller de ese grupo para el martes, miércoles o sábado de la semana siguiente (para dejar que el grupo llegue, si se da el caso, al máximo de ocho participantes).

Aquí tenéis toda la información necesaria y varios enlaces para conocer los detalles de estos nuevos talleres presenciales en Pequod, pero si queréis saber más sobre futuras convocatorias, los talleres virtuales e itinerantes y otros contenidos, podéis visitar la pestaña Talleres en esta misma página.


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Taller de narrativa Pequod (16h)

Descripción
  • Taller literario de nivel iniciación en el que se darán las claves elementales para la escritura de narrativa. En vez de entregar un compendio cerrado de teoría, en este taller será más importante identificar y potenciar la creatividad de cada participante a partir de su esfuerzo, su estilo y su deseo, además de desarrollar su criterio como lector. Para ello, junto al trabajo individual de cada sesión, será también crucial la implicación con un grupo muy reducido y la lectura pautada de un libro concreto, que se comentará en la última sesión del taller.
  • No es necesaria experiencia previa y el número máximo de alumnos por grupo será de ocho. Si se rebasara, se convocaría un segundo grupo en otro horario y día.
  • Este taller puede tener continuidad con otro taller de narrativa de nivel medio o un taller de relato breve.

Taller de narrativa Pequod para grumetes (16h)
Para jóvenes de 12 a 16 años 

Descripción
  • Taller literario de nivel iniciación para participantes de 12 a 16 años, en el que trabajaremos con las herramientas básicas de la escritura de narrativa. Lo más importante en este taller será identificar y potenciar vuestra creatividad, a partir de vuestro esfuerzo y vuestros deseos, además de ayudar a formaros como lectores. Entre todos los grumetes y el capitán aprenderemos cada semana a contar historias en el ballenero Pequod, y leeremos también en casa un libro “para mayores”, que comentaremos en la última sesión del taller.
  • Este taller no es un curso de literatura infantil y juvenil, sino un espacio de trabajo para que los chavales aprendáis a escribir vuestras propias historias, según vuestra mirada y vuestro mundo interior, dos cosas que nos vamos a tomar muy en serio en este viaje.
  • No hace falta experiencia previa y el número máximo de alumnos por grupo será de ocho. Si se rebasara, se convocaría un segundo grupo en otro horario y día.
  • Para los grumetes que quieran continuar el viaje, a este taller le seguirá otro de nivel medio.

Características comunes a ambos talleres

Horario y duración
  • Martes o miércoles de 18.30 a 20.30h, o sábados de 12 a 14h (según formación de grupos).
  • En el local de Pequod Llibres, calle Milà i Fontanals, 59. Metro Joanic.
  • Fecha de inicio: a partir de la primera semana desde la formación de cada grupo (una vez alcanzado el mínimo de 6 participantes).
  • Fecha de cierre: ocho semanas después, salvo festivos de por medio.
  • Curso bimestral de 16 horas en 8 sesiones de 2 horas, con periodicidad semanal.
Precio, inscripción y descuentos
  • 160 euros.
  • Este precio incluye una bolsa Pequod de bienvenida y el libro del taller.
  • Información e inscripciones en Pequod: info@pequodllibres.com – Tf. 935183384
  • Información general: talleres@sergibellver.com
  • Formas de pago: en el local de Pequod Llibres.
  • Indica tu preferencia en cuanto a día de la semana (lunes o martes por la tarde o sábado por la mañana) y aguarda la formación de grupo. Si no conseguimos cerrar un grupo en tu horario escogido, te propondremos una alternativa.
  • Se recomienda realizar el pago con suficiente antelación para asegurar la plaza en un grupo tan limitado, plaza que se asignará por riguroso orden de inscripción.
  • Los participantes de este taller que realicen cualquier otro de manera consecutiva tendrán un 5% de descuento en el segundo.
  • Durante el taller, los participantes tendrán un 5% de descuento en sus compras en Pequod Llibres, descuento no acumulable a otras ofertas de la librería.



BCN Mes, número 20


Hoy, jueves 14 de marzo, ya ha comenzado a distribuirse en Barcelona el nuevo número de la revista BCN Mes. Ejemplares gratuitos en casi 500 locales de la ciudad y en todas las sedes de la UB. También podéis leer la revista completa desde cualquier parte en ISSUU (imagen al final de esta entrada).

En mi columna "Bloomsday Menu" de este mes hablo brevemente de las editoriales que surgieron en los últimos años en esta ciudad, de su supervivencia y también de alguno de sus desafíos. En las recomendaciones del Chef Bloom, los libros de Ivica Djikić, W.C. Heinz y Carlos Castán & Dominique Leyva.

| bloomsday menu |

EL GOBIERNO DE SANCHO

by Sergi Bellver

Llevamos cinco años de crisis, estafa y travesía del desierto, pero muchos emprendedores en el mundo de las letras parecen embestir y levantarse después de cada varapalo, ya venga de molinos de viento o de gigantes. En octubre de 2010, en la anterior etapa de esta revista, publiqué “BCN Lee. Edición inteligente”, un artículo sobre las editoriales llamadas “independientes” de Barcelona, en el que le tomaba el pulso a una decena de esos pequeños sellos literarios que, en varios casos, se sustentaban además en el trabajo de un solo editor, hombre-orquesta y Quijote pluriempleado. A pesar de algunas amargas despedidas, como el cierre de DVD Ediciones o el fallecimiento del editor Gonzalo Canedo, alivia comprobar que, casi dos años y medio después, la mayoría de aquellas editoriales continúan en activo. Aunque haya tenido que rebajar expectativas, menguar tiradas y reducir catálogos, el tejido editorial de nuestra ciudad sigue resistiendo el vendaval.

Sin embargo, cualquier editor en sus cabales tiene en el fondo más de Sancho Panza que de Quijote, pues debe calibrar y sopesar los riesgos de cada aventura, o de lo contrario el gobierno de su ínsula podría resentirse demasiado de los aspavientos de ese coloso llamado Mercado. Así, los verdaderos caballeros de la triste figura en este asunto, nuestros nuevos escritores, por muy ingeniosos e hidalgos que sean, a menudo lo tienen realmente complicado para abrirse camino. Muchas de las editoriales más potentes corren cada vez menos riesgos, apuestan por fórmulas trilladas y, por si fuera poco, convocan sus premios literarios para, tras la comedia, acabar en manos de un autor en plantilla, de algún ilustre miembro de la burguesía literaria o de cualquier figura más o menos mediática.

Admitamos que cada empresa es libre de buscar estrategias para resultar rentable, pero, mascaradas aparte ―podrían conceder sin concurso sus galardones para ahorrarle la desilusión y los trámites a cientos de escritores―, si ni siquiera yendo “sobre seguro” esos grandes grupos editoriales logran evitar el desdén del público ―basta con repasar las cifras recientes de ventas―, ¿qué sentido tiene entonces que imiten ese modelo no pocas de aquellas otras editoriales “independientes”? Sin olvidar la necesaria viabilidad de cualquier aventura editorial, y salvo honorables excepciones, se diría que a veces faltan audacia y coraje, que Sancho le gana la partida a Alonso Quijano en el interior de cada editor que deja pasar de largo a algún que otro futuro gigante de nuestras letras ―quién sabe― y se queda con cualquier molino dispuesto a girar como está mandado.

| chef bloom recomienda |

Carlos Castán
Tropo

La lírica prosa de Castán y la fotografía de Dominique Leyva narran un intenso y agridulce viaje interior.

W. C. Heinz
Gallo Nero

Manual para “fracasar mejor” o retrato genuino de la soledad, la ambición, la lealtad y, claro, el boxeo.

Ivica Djikić
Sajalín

Segunda novela de este magnífico autor croata, que da cuenta de la sordidez y crueldad de los corruptos


Carta a Medardo Fraile


Barcelona, 13 de marzo de 2013.

Querido Medardo,

Lleva todo el día cayendo una lluvia impertinente y mineral sobre Barcelona, una lluvia, la verdad, un poco escocesa, y mira que yo con la lluvia suelo ponerme lírico y estupendo, pero ahora, ya ves, se me hace más difícil escribirte con estos chorretones de plomo armando bulla en el patio. Quería felicitarte hoy por tu cumpleaños ―ochenta y ocho, nada menos, el doble que Chéjov―, pero el viernes no se te ocurrió otra cosa que morirte mientras dormías y me he quedado así, con la misma cara de aquel bobo que en tu cuento se aferra a un álbum de cromos que no regalará nunca a nadie.

Estamos muy tristes por aquí, Medardo. Durante todo el fin de semana han ido apareciendo obituarios y semblanzas en los medios ―en diarios y en la red, ya sabes que en la tele sólo hablan de los literatos que, como decías, están siempre con su cuchara encima del plato de lentejas, no de nómadas discretos como tú―, y casi nadie ha faltado a la cita del afecto y el respeto. Algunos críticos y notarios han dado fe de tu valía literaria, pues de todo queda registro: de tus inicios en el teatro con los grandes y de cómo el cuento español te debe tanto, desde la admiración de tus coetáneos, como Ignacio Aldecoa o Carmen Martín Gaite, a la de tantos buenos cuentistas después de ti, como Hipólito G. Navarro, Eloy Tizón o Javier Saéz de Ibarra. Tus editores también te echarán de menos: dice Juan Casamayor que te han traducido por ahí al inglés y que tramabais otro libro de cuentos después de esa última joyita tuya, Antes del futuro imperfecto, y piensa Fernando Valls que ya es mala pata que semejante cuentista se haya ido justo cuando acaba de aparecer la reedición de tu única novela, Laberinto de fortuna. Y, claro, también te han dedicado unas palabras de despedida unos cuantos de tus amigos. Quizá uno de los que más te conocía y quería y, desde luego, el que te leyó mejor, Ángel Zapata, ha publicado en El País unos párrafos tan sentidos y exactos ―como los que sólo otro gran cuentista podía dejar escritos de ti― que no concibo añadir una coma.

Sólo alcanzo a escribirte esta carta. Luego pienso ir a por un pastel de cumpleaños y comérmelo a la salud de tu sonrisa de fauno bueno y socarrón, que a mí lo de que se mueran los amigos y los maestros me lo desmonta todo, francamente, y yo quiero celebrar haber tenido el privilegio de conocerte. Sobre todo si te pienso y recuerdo aquella cara de Harvey Keitel que se te ponía a veces ―te habría creído cualquier cosa en esos momentos, aunque me hubieras contado que la tierra era plana― hablando de Entradas de cine y de la vida y sus salidas. Me parte un poco en dos ahora lo nítida que tengo una imagen: tu expresión decepcionada de chaval recién merendado al que le sobran energías pero se le acaba la hora del patio, cada vez que, tras la última copa, nos retirábamos de madrugada los amigos y tú querías más canciones y charlas, otra ronda del calor de Madrid, del calor de tu gente en aquél cafetín decimonónico de Malasaña del que, tras cada visita a tu terruño, te llevabas en el zurrón un poco de sol ―Helios, se llamaba el camarero, ya es casualidad―, para capear mejor la distancia y casi medio siglo de frío, allá en Glasgow.

Quienes te leían valoraban tu literatura y quienes te conocían te querían bien. Qué más pueden esperar un artista y un hombre de su paso por el mundo. Que te conozcan más ahora y siempre, se me ocurre, que te sepan más lectores, que te lean mucho y que lo hagan atentos. En cierto modo, envidio ese gozo inaugural de quien se acerque por primera vez a tus cuentos. Estos días ando diciéndole a quien me lo pregunta ―y a quien no me lo pregunta también, empecinado― que, si te quieren descubrir ―a estas alturas―, que lean al menos tus cuentos completos en Escritura y verdad. Hasta ganas me entraron ayer de darle un susto a una viajera en el autobús: «¡lea a Medardo, hágase el favor!», le hubiera soltado en voz alta ―que leyera tus cuentos, o tus memorias, El cuento de siempre acabar, ese recuerdo tuyo de España tan afilado como honesto y bien contado, con un castellano luminoso como pocos he leído―, pero a la señora le asomaba del bolso un novelón de esos de highlanders ―palabra― y de pronto me entró una tristeza misionera. La cosa está muy chusca, Medardo, y aquí la gente sigue como cuando el café Gijón, con lo de «novela grande ande o no ande», y, a poder ser, extranjera.

Ya sabes que soy lector de cuentos de morro fino, aunque nunca me atreviera a enseñarte ninguno de mis primeros relatos ―ni a darte la vara con ello, que me parece que también por eso te caía yo algo simpático, con lo pesados que nos ponemos los noveles―, tal vez porque la cabra que soy tira al monte de la novela ―perdóname, maestro, porque no sé lo que hago―, porque tengo demasiado de ruso loco y me da por intentar contarlo todo, en vez de hacer como tú, que decías tanto con los silencios, que dejabas que lo no escrito apareciera en tus cuentos y le dejara la última palabra al lector. Tus primeros relatos ―cualquier joven cuentista firmaría hoy un estreno como el tuyo, con ese librazo que es Cuentos con algún amor, que publicaste antes de cumplir los treinta, maldito― se parecían un poco a los de Chéjov, aun antes de que leyeras al médico, y hubieran sido dignos de Katherine Mansfield, a la que leías tanto. Pero a la vez, y esto es lo mejor, no se parecían a nada, en particular a ningún cuento español de la primera mitad del siglo XX. Y es que, a lo peor, quien no te haya leído aún pensará que un señor que tal día como hoy cumple ochenta y ocho años ―no me hagas esto, anda, que ya he comprado las velas y tienes que soplar luego― debe de haber escrito batallitas con mucho polvo de biblioteca encima. Qué sorpresa va a llevarse, que lo que tienen debajo tus relatos son mil correcciones, mucho trabajo, ganas de experimentar, de buscar caminos y, sobre todo, esa mirada tuya, desengañada, incisiva, irónica y tierna a la vez, que, como un buen cuento, le quita lo vulgar y la rutina a la lectura para dejar un eco de vida sugerida, un rastro cierto y sin aspavientos del alma de las cosas.

He tenido la inmensa fortuna de leerte y de conocerte, Medardo, de compartir entre gente muy querida algunos ratos contigo. Por eso no me permito estar demasiado triste, o cuando menos lo intento. Mantuviste siempre, como los más grandes, la soberbia a raya, tan humilde tu presencia pero sin la estratagema de la falsa modestia, tan generosa tu actitud con los demás, en particular con aquellos jóvenes en los que tus ojos sabios identificaban la intención honesta y la voz despierta. Pero también con el látigo fino cuando olías a un tuercebotas cerca. Un buen día tuve incluso el honor de maquetar un prólogo tuyo ―otro de esos gestos que te hacían especial: apoyar a una editorial minúscula y los cuentos de un escritor tan bueno como desconocido― o hasta de hacerte una entrevista ―como un niño esperaste impaciente y gruñón a que se publicara, y como un niño estabas luego, tan feliz―, y es que sólo con trabajos de por medio nos poníamos serios y podíamos hablar de cuentos y literatura, ya que ―y eso también suele ser síntoma de verdadera grandeza en un escritor y en cualquier ser humano― en persona hablabas poco de ti mismo y de tus libros, no sentabas cátedra sobre nada y tenías más curiosidad por el otro que ganas de que te doraran la píldora.

«Al que este mundo no le ponga triste alguna vez o le falta algo esencial o le sobra algo que no le pertenece», dijiste en aquella entrevista. «Dicen que si aspiramos a la luna, la luna acaba acercándose», pude leer en otra. Y yo ahora me quedo aquí, al final de esta carta, con todas las minas de Escocia lloviendo en mi patio y mucho más triste ―no me sale otra cosa hoy― en un mundo en el que ya empiezas a faltar más de la cuenta. Aspirando también a poder enviarte esta carta a alguna parte, para que la leas en cualquier cuarto del cielo ―o lo que hayan inventado allá arriba― en el que haga calorcito, entre un buen sol de meseta y te dejen escribir cuentos tranquilo, tal vez en la vertical de Madrid, a ver si así quedas un poco más cerca.
Aunque sea para soplar las velas del pastel.
Y pedir un deseo. Y otra ronda.

Feliz cumpleaños, Medardo, y hasta siempre.

Tu amigo,
Sergi