Cuentos completos, de Rodolfo Walsh (Veintisieteletras, 2010)

PARECERSE A...
RODOLFO WALSH

Sí, voy a caer en lo que muchos esperan cuando se habla de Rodolfo Walsh, pero es que un escritor no es un avatar mutilado, sino la voz de un hombre que se dice y se pregunta a sí mismo. Cuando uno lee sus cuentos, piensa en que Rodolfo Walsh se parece a Rodolfo Walsh porque no se esconde. El escritor y el periodista tomaron partido y no mintieron ni se mintieron a sí mismos; el escritor, si acaso, fabuló con la realidad y el periodista la interpretó, pero ambos supieron que esa realidad siempre nos atañe, nos cuestiona y nos expone, más allá de servir de material para la ficción o la noticia. Rodolfo Walsh, como hombre, eligió comprometerse y tomar partido ―a balazos se lo cobraron―, y poco importa ahora cómo quiera releerse la historia reciente de la Argentina, la de Cuba o la de Latinoamérica, en un momento en el que comprometerse ya suponía un acto de ―me ahorraré «heroísmo», si les ofende― singularidad. Tal y como están las cosas hoy en día, tal y como dormimos todos en el centro del rebaño, sin arriesgar nuestra porción de pienso, uno, la verdad, a veces quiere parecerse un poco a Rodolfo Walsh.

Pero metido en faena el Walsh cuentista sabía apartarse, es decir, dejar que el autor desapareciera y cada narrador elegido mostrara, eso sí, lo que de cierto e íntimo hubiera en su mirada sobre las cosas. También al leer la acertada edición que de sus Cuentos completos ha realizado la editorial Veintisieteletras, uno llega a pensar en que todos los escritores debieran parecerse a Rodolfo Walsh, más preocupado de su trabajo y de la escritura que de «ser escritor», más ocupado en revelar sus ideas y pulsiones que en construirse un parapeto más para el ego, otro vestido de puta escribidora para el ocio burgués.

En sus relatos, si acaso bajo una bruma justa, pero no opaca, se advierte esa búsqueda de la dignidad, esa ética de lo justo pero sin paños calientes, con redaños, y también ese irrenunciable compromiso con la libertad que hicieron de Walsh un autor pegado a su tiempo. Puede que el brillo de su prosa ―policíaca y política, compacta y ligera, seria y burlona, viva y formal, de ayuno y nutrida, «dicotómica», como convendría el propio autor con Ricardo Piglia― no nos llegue con el destello de otros coetáneos suyos, ni que el filo de sus disecciones sea tan certero como el de ese otro gran maestro de la real fiction que fue Truman Capote, pero bien está querer parecerse a Rodolfo Walsh si uno pretende escribir para decir algo, para mover algo, para convocar alguna cosa que le devuelva la vergüenza a cada lector dispuesto a abandonar el rebaño. Este rebaño.

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Publicado en la columna «These books are made for walking» de la revista BCN Week, número 87, junio de 2010. Ver en formato ISSUU (recomendado).